“La sabiduría es la recompensa por pasar por la vida escuchando cuando uno hubiera preferido hablar.”
Nunca se exageran los avances que provocó la invasión del vocabulario psicoanalítico en el lenguaje cotidiano. S. Freud, quería dar a la humanidad una idea más clara de sus proposiciones, y así ocurrió con la palabra masoquismo, de tal forma que se aclaró lo siguiente: Noción aplicada al sufrimiento, descripción del aparente dolor que oculta un secreto deleite, o un deleite secreto y de realizar el deseo en y sobre la aflicción. Es el lugar central del sufrimiento y de la humillación debido a un sentimiento inconsciente de culpa; si es sobre la pasión, la convierte en voluptuosidad, y si es sobre el desasosiego, en una modalidad paradójica y patológica en su satisfacción. (Finkieldraut, 1989)
¿Qué es el masoquismo?
Masoquismo es infringir dolor a sí mismo; en contrapuesta de sadismo que es infringirlo al otro, es pulsión de muerte con su desmezcla de pulsión de vida. Constituida en 1915 la noción de masoquismo primario se consolida luego de la aparición de la pulsión de muerte, y en 1924 con el artículo “El problema económico del masoquismo” Freud, distingue tres formas: erógeno, femenino y moral. El masoquismo moral se basa en la necesidad inconsciente de castigo, en sentimientos de culpabilidad con un superyo punitivo provocando una neurosis de fracaso y la famosa reacción terapéutica negativa.
El masoquismo erógeno se refiere al placer de recibir dolor o la ligazón del placer sexual al dolor.
Y finalmente el masoquismo femenino se basa en el erógeno, el placer de recibir dolor como condición esencial de la mujer, pero como en ocasiones aquí se incluyen elementos de bisexualidad, está también presente la contraparte, es decir, el masoquismo masculino que desemboca en el acto onanista con las fantasías de ser denigrado, amordazado, sometido a obediencia incondicional, y aunque parece raro, también incluye fantasías de ser mutilado o castrado.
La interpretación se pone en la idea de querer ser un niño devaluado, dependiente, un ser aunque redundante en el término castrado.
Los conceptos clásicos son los de masoquismos primario y secundario. En el primero la pulsión de muerte todavía se dirige sobre el propio sujeto, aunque ligado por la libido y unida a éste. El secundario consiste en una vuelta del sadismo hacia la propia persona que se añade al primero.
Dice Kristeva (1997), el postulado freudiano de un masoquismo primario reúne ciertos aspectos de la melancolía en la que la extinción de todo nexo libidinal no parece un simple retorno de la agresividad hacia el objeto de animosidad contra sí mismo, sino una imposición anterior a cualquier posibilidad de posición de objeto. La propensión del ser a un estado anterior a lo vivo, se impone frente a la noción de pulsión de muerte como tendencia hacia lo inorgánico y a la homeostasis, opuesta al principio de lo erótico y a la unión. Freud (1924) postuló que una parte de la pulsión de muerte o de destrucción se dirige hacia el mundo exterior, especialmente a través del sistema muscular y se transforma en pulsión de destrucción, de dominio o de voluntad poderosa. Forma al sadismo cuando está al servicio de la sexualidad, habiendo otra parte de la pulsión que no participa en este desplazamiento hacia el exterior y que permanece en el organismo como muda, silenciosa, pulsión sin representación, probable en el psiquismo, lugar del vacío de lo innombrable, de aquello que no es posible de presentar, ni de representar, ni simbolizar; de aquello que pertenece al inconsciente y a la cosa en sí. La nada, el no deseo, donde no hay, con un carácter de desinvestidura, de desligadura. Esta postulación lleva a la necesidad de saber cómo es posible conocer sus manifestaciones, empero hay que dejar clara la distinción entre representación y conocimiento. (Vives, J y Axelrod, r. 1999). Arias de Canales (1978) considera que se puede advertir que existe una relación entre masoquismo, sadismo y exhibicionismo.
Del cuerpo sufriente al cuerpo del sufrimiento.
Anzieu (1987) en el capítulo que lleva este título menciona que las dos características principales de la envoltura narcisista son:
- El fracaso identificatorio, pues la falta de un placer suficiente que se encuentra en los intercambios precoz con la madre, es el afecto que mantiene vivo al psiquismo del bebé, es una experiencia de sufrimiento, porque así el cuerpo no puede ser más que un cuerpo de sufrimiento, por la insuficiencia.
- La insuficiencia de la piel común, a falta de la carga pulsional de un mínimo de señales confirmadas y valoradas por el otro significativo, y sin una lengua común, es difícil vivir, a lo más sobrevivir, vegetar o permanecer sufriendo. No podrá cargarse pulsionalmente este cuerpo a sí mismo y se encontrará pendiente de su propiedad. Por tanto, este cuerpo se convierte en un cuero que sufre, no apto para el placer y con una actividad representativa sin afecto, deshabitada, cuyo sentido por el otro permanecerá enigmático. Los procesos identificatorios flotan innecesariamente, y por ello, los recursos de los procedimientos singulares del sufrimiento del cuerpo quedan plasmados.
El cuerpo sufriente aparece en algunos estados limítrofes y en las caracteropatías psicosomáticas. El cuerpo así invade todo el espacio, no existe propiedad frente a la pulsión de vida. La cura suele poner en evidencia una madre que se ocupó de su bebé por necesidad y no por placer. Dejando el cuerpo sin atención ni afecto amoroso, está reducido a su funcionamiento que se basa en sí mismo sin aportar satisfacción. El cuidador es el proveedor del poder y del abuso, no del placer per se. La distinción entre lo propio y el entorno no se adquirió. Se logra observar un conflicto en la identificación invencible, y el psiquismo no logra dedicarse a ninguna actividad representativa ni fantasmática de deseos y placeres libres de dolor adyacente. La búsqueda de reconocimiento del otro es imprescindible. Y se haría hasta lo imposible para obtenerlo, aunque sea a través de la violencia y el dolor de aquí los escenarios perversos masoquistas, las marcas de violencia que se ejercen sobre el cuerpo procuran un cierto goce, más el sentimiento de una apropiación del sí mismo. Esto le da al sufriente la sensación de que posee el dominio de su cuerpo enmascarándolo en posición de víctima, aparentemente privada de sus medios de defensa.
El dolor no se comparte, aunque se mencione, salvo si es erotizado en una relación sadomasoquista, cada uno está solo frente a su dolor.
Viñeta clínica
Con este caso se intentará ejemplificar parte de lo antes expuesto. Acude a consulta una pareja que llama para pedir una cita, explican que tienen un hijo que ya los tiene hartos, no han podido encontrar la manera de ayudarlo para que deje de fumar.
Llegan puntuales, son dos adultos de más de 60 años, bien vestidos que logran interactuar entre ellos para dar sus explicaciones.
La madre enojada refiere que ya le pagaron un curso para que pueda dejar sus cigarrillos y aún así él no quiere asistir, el padre repite lo mismo aumentando que ya no sabe por dónde, “ya hemos recurrido a muchos remedios y muchos doctores, y no hemos logrado nada, ya le avisó el médico que si sigue así estará en un callejón sin salida hasta llegar a perder sus extremidades. Estamos muy asustados, porque nosotros somos PRIMOS HERMANOS, así que mi esposa y yo creemos que tenemos la culpa de lo que le está pasando. Explicaron que cuando el chico era adolescente consumió inhalantes solamente por algunas ocasiones, y dijo: eso es lo peor que nos ha hecho, a nosotros nos avergüenza mucho, creemos que ya es un caso perdido, qué opina usted doctora? Yo prefiero que ellos me sigan revelando sus secretos y sus miedos.
El padre cuenta cómo conoció a su esposa en el país de origen, en otro continente, con otras ideas, allá se casaron y después decidieron emigrar a México en busca de una mejor vida. Tienen un negocio donde todos los cinco hijos son socios y trabajan juntos. Tienen 39 años de matrimonio, procrearon tres varones y dos mujeres, éste que les da tantos problemas es el segundo. Con esta historia les ofrezco otra nueva cita para conocer al chico.
Cuando llegó la segunda consulta, esperaba al joven para poder entrevistarlo. Cuando abrí la puerta, ¡qué sorpresa! Era un señor, no un joven sobreprotegida por sus padres, muy delgado, tanto que suponía un problema serio de alimentación de pelo largo descuidado, vestido de forma casual con 2 cajetillas de cigarrillos en la mano. Su mirada intensa que se perdía por momentos en la nada. Un señor verborreico de 36 años, que sólo podía hablar de su futuro laboral, en un estado maniaco, sin hacer mención de sus dificultades médicas ni adictivas. Sin consciencia de sus verdaderos riesgos.
Logramos en una segunda sesión un encuadre de tres veces por semana, acudía puntual y de forma obsesiva entraba a temas de la mala relación con sus padres a los que decía que aborrecía, de las peleas con su esposa y con sus cuatro hijos, que aunque difíciles le parecían muy preciados.
No fue hasta la décima sesión que habló de sus fuertes dolores de úlceras múltiples, justificando su poco peso, cuenta que había tenido 9 úlceras gástricas sangrantes, por lo cual había viajado a Estados Unidos a atenderse de emergencia, y esto es raíz de su malestar en la misma sesión. Mencionó estar muy enojado por sentirse mal, pero no logró hacer ninguna asociación con cuestiones emocionales a su quehacer psicosomático.
La siguiente sesión comentó que siempre había sufrido de dolores en las piernas, recuerda haber tenido flebitis, por lo que en esa época no podía caminar, sentí inmovilidad y que sus pies le eran ajenos. Esto le parecían mensaje divino que le estaba avisando que algo malo iba a pasar y era el principio de un castigo porque él se consideraba un ser muy malo.
Le pregunto ¿qué es malo?
Me dice – soy muy malo porque hago cosas malas y no quiero dejar de hacerlas, después te cuento hoy ya no…
A los 16 años tiene que abandonar la preparatoria pues no podía con las exigencias académicas, entonces comienza su vida laboral en el negocio del padre. A los 14 ya fumaba dos cajetillas diarias de cigarrillos, al mismo tiempo de su adicción a los inhalantes, los padres lo convencen en aquel entonces, que deje de usar cemento y tiner. Sólo los deja por meses pues reincide muchas veces.
El Sr. E. siempre presentó cierta dificultad en su expresión verbal y su dicción, y disfruta hacer enojar a sus semejantes hablando en tono muy bajo.
Conoció a su esposa cuando él tenía 21 años, se casan después de 7 meses de noviazgo con la chica que era su vecina, enamorado antes, ahora dice no tolerarla más. Procrearon 4 hijos de los cuales habla mucho. El Sr. E. se enoja con mucha facilidad, especialmente cuando no se hace lo que él quiere. Suele ser muy violento verbalmente, grita mucho, usa un lenguaje muy espinoso para herir a quien quiere lastimar. Estuvo en tratamiento 14 meses.
Me dijo que era un doctor mal informado con el que lo llevaron sus padres, le estaba diagnosticando una enfermedad muy grave que comprometía seriamente la irrigación de todos sus miembros, la llamó enfermedad de Burger, que tenía obligatoriamente que dejar de fumar para evitar gangrena o cualquier amputación, lo cual no modificó nada la forma de actuar del Sr. E. Le gustaba que yo no lo regañara, y decía que afuera del consultorio todos lo controlaban y no lo dejaban en paz. Decía: yo quiero continuar así… llegó a fumar hasta 5 cigarrillos por sesión, aunado a que su pie derecho comenzaba a punzarle y a dolerle mucho, en una ocasión era tal su dolor que aún llegando al consultorio no pudo bajarse del coche para caminar.
Faltó a dos sesiones llamó su esposa para avisarme que había ingresado al hospital de emergencia, atravesó por una cirugía que le permitiría mejorar su circulación, falto varias sesiones, y cuando regresó llegó en muletas, le habían amputado el pie derecho pues no lograron salvárselo. El Sr. E. estaba muy enojado, hacía grandes esfuerzos para manejar la idea de vivir con un solo pie, por lo que había que ayudarlo a elaborar un duelo de castración, de la pérdida de sí mismo, de una autoagresión que no se plasmaba en su psiquismo como tal, pues para él todavía eran factores exteriores los que habían causado su mal.
Lloró mucho pero no dejó de fumar frente a mí, yo no podía creer la adicción y la negación que estaba observando, era voyerista de su masoquismo, cómplice silencioso de su pulsión de muerte que parecía imposible neutralizar.
Dos meses después, lograba sentirse más sereno, volvió a trabajar, intentó una reinserción social y familiar, utilizando sus capacidades para hacer fotografía, lo que le permitía estar en contacto con sustancias químicas parecidas a los inhalantes. Entró a un concurso con tres de esas fotografías y ganó el premio, se sintió halagado por la distinción a pesar de estar mutilado.
En la siguiente sesión me comentó que tenía una uña enterrada en su único pie, fue al médico y éste le dijo que también este pie ya estaba en riesgo. Gritaba de dolor en la sesión y me pidió permiso para quitarse el calcetín y me enseñó algo que hubiese deseado evitar atestiguar, pues vi que su dedo pulgar del pie izquierdo estaba negro, negro, negro, muerto. Seco sin respiración, ni circulación. Sentí un dolor intenso en mi estómago, él me enseñaba la muerte de sí mismo, y me sometía a la tortura que él mismo se hacía de una muerte en pedazos, un lento suicidio donde yo lo veía y los demás también.
No tardó mucho en volver al hospital a que le amputaran el otro pie, y la próxima sesión ya llegó en silla de ruedas, llegó mudo sin querer hablar, delirando en búsqueda de un porqué para su mala suerte. Por ahí se escuchaba una ganancia narcisista de ser la persona más distinta y especial en la faz de la tierra, lo cual no bastó para que suspendiera su adicción al cigarro ni a los inhalantes. Cuando su esposa lo sorprende con el tiner, lo corre de la casa y tiene que irse a vivir solo acompañado con el chofer-sombra que lo cuidaba.
Estaba contento con la idea de vivir solo, buscó un pequeño cuarto donde se instaló con sus pocas pertenencias, en un segundo piso en un edificio viejo sin elevador, así que aprendió a subir las escaleras con sus no pies y sus brazos. En esta época fue casi imposible que asistiera a la consulta, entre la desorganización en su medicación psiquiátrica y los inhalantes, estaba muy intoxicado, la última sesión se quedó dormido con un cigarrillo en la mano.
Logré convencerlo a él y su familia de internarlo en una clínica para manejo de adicciones, cosa que ya habían hecho varias veces sin resultados positivos. Él accedió pero me amenazó que no asistiría a ningún grupo de autoayuda, pues no creía en esas cosas y que sólo se quedaría el tiempo mínimo necesario.
El Sr. E. aún quiere seguir fumando y yo no quiero acompañarlo en la recta final de su vida. Recibí una llamada de la clínica para informarme que se sentía bien, pero que tenía fuertes dolores en el dedo índice de su mano derecha… y me preguntaron sus padres: ¿usted cree que es un caso perdido?
Comentario
Los padres se acusan de haber cometido incesto, pecado eterno que los condena al castigo de Dios, procreando un hijo que concreta la unión que carga con su culpa maligna, culpa filogenética ancestral donde los hijos pagan los pecados de los padres, para así quedar expiados. Este hijo corresponde al rol de ese emisario expiatorio, al cual se le instala inconscientemente la culpa de la transgresión paterna de la ley del incesto, por lo que es sujeto de castigo, ya que él se sabe malo y pecador como la expresión del deseo paterno. Y a la vez aparece el aspecto sádico paterno de verlo sufrir por su expiación y el masoquista, como la expresión del deseo fantasmático de ser golpeado y manipulado por el padre.
Anzieu (1987) menciona como un dolor intenso y durable desorganiza al aparato psíquico amenaza la integración del psiquismo en el cuerpo, afecta a la capacidad de desear y la actividad de pensar.
El Sr. E. presenta úlceras, flebitis, dolores de cuerpo, inhala cigarrillos sin fin, inhalantes, todo tipo de sustancias que envenenan, que lo matan, y de eso se alimenta ¿cómo es que busca tanta leche mala? ¿Por qué el pecho le fue tan tóxico? ¿Sin suficiente pulsión de vida y con mucha obligación?
Con la sentencia transgeneracional de lo inadecuado, lo prohibido que generó un vínculo materno infantil lleno de ansiedades persecutorias, leche con rabia y angustia que transmitió la imposibilidad de neutralizar el masoquismo perverso que se instala sin límites. Acompañado de la búsqueda voyerista de aquellos que aparecen siendo significativos.
En la contratransferencia, al principio fantasías de salvación frente a una situación muy difícil, una búsqueda de no gratificar el impulso, aunque la ¡complicidad con su autodestrucción! Aceptación de una tortura voyerista hasta entregar a la tierra misma cachitos del cuerpo sufriente, frente a la fuerza de la pulsión de muerte siempre indomable. Se entrega una parte para preservar otra, lo que queda del sujeto vivo, para seguir vivo y continuar matándose. El Sr. E. como sujeto sufriente vive una aventura hacia la regresión despersonalizante, escisión y negación, el libertinaje de la carne, la convulsión erótica que deja al desnudo la viva materia, el puro cuerpo mortal.
Su miedo fue mi miedo pero aun así no fue suficiente para parar el mismo dolor. Dice Green (1990), si el masoquismo puede ser interpretado como el signo de una voluntad de poder invertida, es preciso agregar además que, a diferencia de la voluntad de poder invertida, es preciso agregar además que, a diferencia de la voluntad de poder común, la primera es infalible. No conoce la derrota, porque lo que para otros es causa de abatimiento, no esperanza, signo de disfavor del destino, aquí es apoteosis suprema, entre más dura la caída más alta la victoria. En este juego el que pierde gana.
Muzan (1991) avala al masoquismo como identidad gnosológica y lo desliza hacia la posición perversa, descifrando que es aquella instancia donde las servicias están completamente actuadas, que viven en el cuerpo sufriente. Lo que para unos no es sino fantasma, y de eso obtienen un goce, y que el psicoanalista no tiene ocasión de encontrarlo clínicamente con facilidad. Y cuando los halla, queda casi incapacitado para intervenir, pues provocan fascinación e incredulidad horrorizada con el agudo sentimiento defensiva más o menos exitosa de lo siniestro.
Finalmente, vale la pena mencionar que no fue fácil mantener los límites terapéuticos para hacer del encuadre una herramienta constante, sin embargo, según Mannoni (1969), la transferencia es la situación privilegiada en la cual el saber propio puede modificarse o desarrollarse, lugar donde se puede desentrañar la relación con el inconsciente.
Sobre la Dra. Ruth Axelrod Praes
Tiene maestría y doctorado por la Facultad de Psicología de la UNAM. Es Especialista en Adicciones por El Mount Sinai Hospital. Fue 2 años presidenta de la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM), que pertenece a la Federación Latinoamericana de Psicoanálisis y a la IPA (International Psychoanalysis Institute). Actualmente es Directora del Instituto de Psicoanálisis dentro de la APM.
Bibliografía
ANZIEU, D. (1987) El yo piel, España:Nueva Madrid
ARIAS DE CANALES, F. (1978) Sobre el masoquismo, en Freud psicoanalizado México:Hispana
FINKIELDRAUT, A. (1989) La sabiduría del amor, México:Gedisa
FREUD, S. (1924) El problema económico del masoquismo, en Obras completas, Vol XIX, Buenos Aires:Amorrortu.
GREEN, A. (1990) ¿Porqué el mal? En La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud, Aspectos fundamentales de la locura privada, Buenos Aires:Amorrortu
KRISTEVA, J. (1997) Sol negro, depresión y melancolía, Venezuela:Monte Avila
MANNONI, O. (1969) El análisis original, en La otra escena, Buenos Aires:Amorrortu.
MUZAN, M (1991) Un caso de masoquismo perverso, esbozo de una teoría, Imago, Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, No. 14, Buenos Aires:Letra Viva.
VIVE, J y AXELROD, R. (1999) La muerte y la pulsión de muerte, sus formas de inscripción en el psiquismo. Lo representable, Lo irrepresentable, APA:Revista Internacional. Num 6.